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Cuando el adolescente miente sobre el cuidado de su diabetes

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Cuando el adolescente miente sobre el cuidado de su diabetes

Los motivos por los que un adolescente miente sobre su autocuidado pueden ser numerosos. Conviene reflexionar sobre lo que hay detrás de esa mentira en ese adolescente y precisamente en ese momento.

Si como padre o madre pretendes ir más allá de ejercer un mero acto disciplinario y deseas prevenir conductas similares en el futuro, es imprescindible que reflexiones sobre qué fue lo que indujo la mentira.

Aunque el germen puede ser cualquier otro, veamos algunos de los motivos más habituales:

  • Anhelo por lograr algo de intimidad. La diabetes es algo personal, de cada adolescente. De hecho, ¿cuántas veces le recuerdas a tu hijo o hija que es su responsabilidad? Sin embargo, también es una situación tremendamente pública (los profesores, los amigos, la familia… deben estar al corriente de todo). Conversando con un adolescente, me decía: «Mi diabetes es como el fútbol, todo el mundo se siente con el derecho de opinar. Y eso me molesta muchísimo». Así que a veces pueden mentir para lograr cierta privacidad (independientemente de que el comportamiento a ocultar sea positivo o negativo).
  • Mucho más común es utilizar el embuste para evitar consecuencias desagradables. Se trata de la salida más sencilla que el adolescente ha aprendido a lo largo de su vida para eludir conflictos. Por ejemplo, decir que se ha medido la glucosa en el recreo tiene más ventajas que reconocer no haberlo hecho.
  • También puede ser fruto de pensar que de nuevo está defraudando a sus progenitores. Los padres que son demasiado exigentes con el control de la diabetes y se comunican poco con sus hijos pueden reaccionar negativamente. Ante ellos, los adolescentes sienten que son malos hijos que no dan más que disgustos. El problema estriba en que, por la condición de cronicidad de la diabetes, es imposible no saltarse alguna norma en algún momento.
  • En los momentos de mayor distanciamiento, el adolescente puede estar convencido de que sus padres no van a entenderle. Por ello, ni intenta explicarles, por ejemplo, lo importante que es para él o ella comer lo mismo que sus amigos cuando está con ellos.

Como ya he comentado, existen otros muchos motivos por los que los adolescentes mienten. Si te encuentras en esa situación, te invito a reflexionar sobre qué es lo que le impulsa a comportarse de esa manera. Si tienes oportunidad, hazlo con tu pareja, aporta muchos más puntos de vista y posibles soluciones.

También debes meditar si todo depende de tu hijo o hija o, por el contrario, tú también puedes hacer algo por mejorar la situación. Recuerda, solo si se es parte del problema se puede ser parte de la solución. 

Estrategias poco eficaces

Veamos las estrategias que no suelen dar resultado a la hora de abordar la mentira:

  • Aumentar la vigilancia sobre el adolescente es una medida que deteriora la relación y por lo tanto resulta inútil e incluso contraproducente. Si se siente vigilado, lo que aprenderá no será a no transgredir, sino a ser más eficaz a la hora de no ser descubierto.
  • Las amenazas. A menudo son fruto de la frustración e impotencia del adulto y frecuentemente son difíciles de aplicar, ya que se expresan de manera inconsciente o de forma exagerada. Por ejemplo: «Si no te cuidas le voy a decir a tu médico que te retire la bomba de insulina». Cuando una amenaza no se consuma, se vuelve en contra de quien la lanza.
  • Los sermones. Si un adolescente percibe que le intentan aleccionar con excesivos razonamientos (que por otro lado ya conoce) tiende a desconectar. Eso aumenta el sentimiento de frustración en el adulto.

Recomendaciones para abordar la situación

  1. Antes de mantener la conversación
    • Procura no perder la calma. En los momentos de crisis familiar los adolescentes tienen la facultad de exasperar a sus padres hasta hacerles perder el control. Un padre o madre descontrolados pierden credibilidad. Además, en una situación de enfrentamiento puedes abandonar la discusión y marcharte dando un portazo (algo completamente fuera de lugar si se es padre).
    • Escoge bien el momento para abordar la cuestión. Si el tono que domina la discusión es el de la frustración o la agresividad, lograrás cierto desahogo, pero se alejará la posibilidad del encuentro y de descubrir el motivo que subyace bajo la mentira. Probablemente la situación no sea de emergencia, por lo que no pasa nada por aplazar la conversación. Eso sí, le puedes decir: «En este momento estoy muy enfadado (frustrado, desencantado…) y temo ser injusto si me dejo llevar por mi impulso. Así que aplazamos la conversación hasta que me calme».
    • Cuando se está más sereno es posible centrarse en la idea de que hay que buscar en el fondo y no quedarse en la superficie del gesto. Dicho de otra manera: no te centres en la mentira e intenta averiguar el motivo que la origina.
    • Si por el contrario pretendes abordar la conducta de mentir, ejemplifícala con otras referencias, no te quedes solo con la de la diabetes.
  2. Durante la conversación
    • En el momento de dialogar, conviene empezar expresando los propios sentimientos: «Cuando no me dices la verdad me siento (preocupado, enfadado, frustrado, desconcertado, defraudado…) y eso hace que mi confianza en ti se tambalee».
    • Empatizar es otro requisito fundamental. Se trata de comprender, desde su punto de vista, qué le ha conducido a mentir, cómo piensa y cómo se siente. Por ejemplo: «Entiendo que tiene que resultarte duro estar constantemente pensando en la diabetes y sus reglas de conducta». Con empatizar se entiende: comprender lo que le ha ocurrido, lo que ha sentido y, por último, expresar que le hemos entendido. En modo alguno significa justificar su conducta ni estar de acuerdo.
    • Conviene eliminar del discurso expresiones absolutas como siempre nunca, todo, nada… Si no es posible, al menos esfuérzate por utilizarlas poco. Cámbialas por muy frecuentemente, en raras ocasiones, la mayoría, casi ningún…
    • Evitar catalogar a tu hijo o hija. No es lo mismo decir «eres un mentiroso» que decir «me mientes con mucha frecuencia». Cuando uno ES, no puede dejar de SER. Sin embargo, si SE COMPORTA COMO siempre puede dejar de COMPORTARSE ASÍ.
  3. Responsabilizar al adolescente

Para crecer como persona hay que ir asumiendo gradualmente responsabilidades. Un adolescente es consciente de que debe hacerse cargo de su diabetes (como del resto de los aspectos de su vida).

A veces esa evidencia le produce vértigo e inseguridad. Especialmente cuando se le pide que asuma tareas para las que no se siente preparado.

Un objetivo que esté fuera de su alcance es caldo de cultivo para la mentira. Así, la actitud más adecuada es preguntarle: «¿A qué te puedes comprometer en este momento?». Si está en la dirección adecuada, pero dentro de sus posibilidades, podrá avanzar en la autonomía y la responsabilidad. Hay tiempo para seguir avanzando en el proceso.

También puedes hablar del acto de mentir y preguntarle qué puedes hacer tú para que su actitud cambie.

Por último, si las mentiras persisten, convendría solicitar ayuda externa de un profesional de la psicología.

En resumen

  1. Pregúntate (o pregúntale) qué es lo que subyace a su conducta.
  2. Separa la conducta de mentir de la de no autocuidarse.
  3. Evita sermonear, vigilar o amenazar.
  4. Mantén la conversación cuando estés preparado o preparada para ello.
  5. Durante la conversación, comienza expresando tus sentimientos, empatiza y escucha los razonamientos de tu hijo o hija.
  6. Plantéale a qué puede comprometerse. Mentir no es una opción.
  7. Si las mentiras persisten, pide ayuda profesional.

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